¿De dónde procede nuestra idea de Infinitud? Ciertamente no de la experiencia, que es todo limitación, angostura y lazo. ¿Es entonces el resultado de una mera negación de lo finito? Una negación de lo finito sigue siendo algo finito. Solo una negación continuada y sin término de lo finito calificaría como negación de la Infinitud, es decir, la negación tendría que hacerse infinita. Por lo tanto, la Infinitud no es lo contrario de la Finitud, pues las cosas contrarias se comprenden una a partir de la otra, y la Infinitud se comprende -cuando raramente se comprende- desde su propia naturaleza.
Si no es una experiencia ni el resultado de una mera negación lógica de lo finito, la Infinitud tiene que ser una intuición pura. Kant hablaba del espacio y el tiempo como intuiciones puras, como condiciones de posibilidad para cualquiera de nuestras experiencias. Pero si la Infinitud no es una experiencia, no puede estar asociada ni al espacio ni al tiempo, pues ni espacio ni tiempo son condiciones de algo que no esté en la experiencia. Ni espacio ni tiempo son infinitos, vienen limitados por la Conciencia-Fuerza, Chit (en términos del Vedanta), es decir: espacio y tiempo son formas de Chit. La Infinitud no es tampoco una intuición pura.
¿Entonces qué es la Infinitud, si no es intuición pura, ni experiencia, ni negación lógica?
Uno se sentiría tentado a decir: es nada. Claro que si digo que algo es nada, incurro en la paradoja de que lo hago algo por el mero hecho de hacerlo término de una oración. La Infinitud es entonces algo y nada, lo que muestra que es algo distinto y único, algo que está aquí y no está aquí. Esto siempre ha sido llamado el Gran Misterio, Lo Divino que se oculta y se muestra como sombra a la vez. Este Misterio, no sería exactamente el Deus Absconditus de los antiguos, sino algo más parecido al Pléroma que en Vedanta se llama Parabrahmán.
Volvamos a la pregunta inicial: ¿de dónde procede nuestra idea de Infinitud? Si no procede de ninguna parte, si a la vez es algo y es nada, la infinitud que intentamos entender y no podemos tiene que estar en nosotros, tiene que ser nuestra naturaleza. Pero nuestra formación finita no puede contener lo Infinito, por tanto, tiene que ser lo Infinito lo que nos contiene. Es la Infinitud lo que se pregunta sobre sí misma desde nosotros. En este sentido, digo que somos estirpe de la Infinitud, linaje de lo que nunca ha nacido, y por tanto, también no-nacidos.
Cuando digo en el aforismo que el Infinito nos ha elegido y que nos amedrenta aceptar nuestro abolengo, expreso lo inevitable del miedo, y la fragilidad y ternura de nuestra negación. Una negación tan inútil como testaruda, infantil, que nos lleva a pensar que nuestras finitas objeciones a lo Infinito tienen cabida más allá del pequeño parque de barrio en el que creemos pelear con otro niño por ser primero en tirarse por el tobogán.
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